Desde la actual Real Federación Española Deportes de Invierno (RFEDI-Spainsnow) y con 50 años de perspectiva las consecuencias de la gesta de Paquito se ven claras como un día de pleno invierno en el que después de una intensa nevada aparece el sol y un frío y suave viento del norte augura un día de esquí o snowboard épico.
En un periodo en España dónde se auguraban muchos cambios, incluido el de régimen político, la medalla de Paquito fue el catalizador para que las industria del esquí, entendida desde su vertiente más turística que ocupa a miles de trabajadores y es el motor económico de los valles de montaña, despegara definitivamente.
El esquí se convirtió en un deporte popular y las estaciones iniciaron una expansión y profesionalización que aún sigue en nuestros días con más de 40 centros invernales repartidos por toda la geografía. Buena parte de este éxito de la nieve es gracias a Paquito, su medalla y especialmente su alegría de vivir y ese magnetismo que desprendía en todas sus acciones.
La descripción de su día de gloria en Sapporo’72 recogida en su biografía y también en el Libro de Historia de los Deportes de Nieve en España, editado por RFEDI, es una buena muestra de ello:
«A Sapporo fuimos unos días antes. Íbamos bien, muy bien, y todo muy organizado: Favre, Aurelio y yo por un lado, y Tissot y Conchita por otro. Conchita no tuvo suerte. Quedó la 29 en descenso y la descalificaron por saltarse una puerta del gigante. A mí también me descalificaron en el gigante, pero yo iba a por el slalom. En la primera manga salí con el dorsal 2 y decidí no apretar a tope, pero dándole aire por si acaso. Hice 55 segundos y 36 centésimas, y metí casi dos segundos a Zwilling, que había salido con el uno, y pensé que, o yo había ido muy deprisa, o él iba muy mal. Y bajaban los Thoeni, Bachleda, Palmer, Penz, Neureuther, y cada vez más tiempo. ¡Coño, pues sí que lo he hecho bien! Ahí es donde empecé a concebir esperanzas de medalla, en serio. Me animaba yo mismo.
Como se invertía el orden de salida en la segunda manga, me tocaba salir el último. Vi bajar a todos. Observé dónde estaban los problemas. Cuando me lancé, sabía perfectamente el recorrido. Bajé de cine. Estuve a punto de caerme, pero me rehíce. Según avanzaba, me daba cuenta de que era medalla, pero no sabía de qué color. Cuando llegué, miré el marcador y vi que mi tiempo total era el mejor, sentí algo inmenso, inenarrable, único. Daba saltos, me reía como un enano, daba abrazos a todo el mundo. Más tarde supe que mi tiempo era el segundo en la segunda manga, pero que, en el global, había metido más de un segundo a Thoeni. Pero es que yo llevaba, de verdad, la victoria en la cabeza. Y eso es definitivo».
Los que han tenido la suerte de vivirlo de cerca y, evidentemente, toda su familia se emocionan cada vez que surge su recuerdo. Paula Fernández-Ochoa, una de sus tres hijos que actualmente forma parte de la Junta Directiva RFEDI y es la responsable del proyecto Mujer y Nieve de la federación lo tiene claro al afirmar que su padre «logró una inmensa e histórica hazaña deportiva que marcó un antes y un después en España pero, sin duda, lo que le hace aún más único es que también le recordamos por su vitalidad, su autenticidad, sus carcajadas y la enorme huella que nos ha dejado en el corazón. Nos enseñó que la única actitud posible ante ante la vida es darlo todo. Su ‘o gano o me mato’ justo antes de hacer la bajada que le llevó al oro en Sapporo fue una lección de vida. Y, además, él no sólo supo vivir, sino también morir. Gracias a todos por recordarle siempre y con tanto cariño y admiración, así recortamos distancia entre el cielo y la tierra»
Por su parte, May Peus España, presidente RFEDI, opina que «la alegría que trajo a España la medalla de Paco fue el punto de inflexión de los deportes de invierno, tanto de competición como de las instalaciones para practicarlo. Esa herencia la estamos disfrutando ahora mismo los deportes de nieve del siglo XXI».
El responsable de la federación sigue con un emocionado «Paco fue una gran persona, deportista y esquiador que supo trasladar su pasión por la nieve a todos los puntos del país e incluso hizo popular nuestro país como destino de nieve en el extranjero dando a conocer nuestras magníficas montañas».
«Sin duda -añade Peus- esta medalla ha sido inspiración de las generaciones que le han seguido para emular su resultado y además fue acicate para crear un equipo nacional más potente y sedes como el colegio Juan March de Vielha de donde salieron grandes deportistas entre ellos la medalla de bronce en Albertville’92 y hermana de Paco, Blanca Fernández Ochoa». Después han venido en nieve dos medallas más, el bronce de Regino Hernández en PeyeongChang’18 y la reciente plata de Queralt Castellet en Beijing’22, sin duda ellos también són fruto de esos 50 años de evolución deportiva.
El presidente de la federación, ex deportista de alto nivel y técnico durante dos décadas de esquí alpino, concluye de manera rotunda que «en España se esquía gracias a que Paquito puso los deportes de invierno en el mapa, tanto de España como internacional, y desde entonces seguimos manteniendo viva su llama».